Guatemala mantiene vivo el anhelo de alcanzar el respeto a la vida, a la libertad y a la búsqueda de una realización personal en un ambiente de paz. Esta es una búsqueda que no puede retroceder por el capricho malicioso de intereses particulares. Contadas veces, avances en ese camino han sido gracias a los gobernantes de turno y con frecuencia han sido a pesar de ellos. Por eso, la promesa fundamental de forjar un futuro digno para nuestras familias sólo es posible en la libertad y respeto que permite la democracia. 

Ahora nos encontramos en medio de una tensión política generada por quienes desde el poder pretenden perpetuarse minando nuestra democracia, confundiendo, provocando divisiones sociales y criminalizando la participación política. En esta situación peligrosa para el país, comprendemos que hay un solo camino: la defensa de la democracia y del respeto absoluto al proceso electoral.
Eso implica garantizar, y reconocer como fundamental, la participación de los partidos políticos que intermedien entre la ciudadanía y sus inclinaciones y expectativas. Debemos defender que se respete la organización política y rechazar los ataques que se ciernen sobre las opciones políticas incómodas al poder, reconociendo que permitir estos ataques abre las puertas a la restricción de otras libertades. 

Por eso es la ciudadanía, sin importar sus diferencias, pugnas o desencuentros en otras materias, la que debe asumir la tarea inconclusa de quienes nos precedieron en la búsqueda de una Guatemala libre, democrática y próspera. Somos los guatemaltecos de toda procedencia quienes hoy debemos abocarnos al gran reto que nos apremia: hacer de esta crisis una oportunidad, y de la victoria de la democracia un nuevo despertar para Guatemala.